Converses Literàries a Formentor
Canfranc 22, 23 y 24 de septiembre de 2023
Ciencia, paciencia y deficiencia
La fascinación de la Humanidad por los autómatas ha sido extraña y obsesiva. La Antigüedad los concibió como sirvientes y esclavos al servicio de sus amos. La modernidad, sin embargo, ha incubado los terrores de una inquietante pesadilla: la omnipotencia de los robots que van a sustituir, gobernar y someter al hombre.
Hefesto, el dios cojo de la fragua griega, construyó al enorme guerrero de bronce que protegía las costas de la Creta minoica y forjó los toros exhaladores de fuego que custodiaban el Vellocino de Oro. Los telquines levantaron sus estatuas vivientes en la isla de Rodas. Ovidio nos cuenta cómo consiguió Pigmalión yacer con la estatua de mujer que había esculpido. Según dice la leyenda, Santo Tomás de Aquino destrozó a garrotazos el androide construido por Alberto Magno.
Los seres artificiales son portadores de funestos presagios. Ya sean los cadáveres sacados del cementerio (Frankenstein) o las seductoras criaturas metálicas de Fritz Lang (Metrópolis), los entes fabricados por el hombre proyectan la sombra de un espeluznante desastre.
Alarmado por la ansiedad de la vejez y la putrefacción de los cuerpos, el hombre inventa distorsiones delirantes para librarse de su condición temporal. Como no ha podido ahuyentar al fantasma de la muerte ni encontrar el elixir de la eterna juventud, ofendido y humillado, prefiere dejar un mundo enseñoreado por máquinas frías, implacables y letales.
Según anticipa su dolida imaginación literaria, el hombre injertado con prótesis eléctricas y atrofiado por la mecánica cibernética, agonizará como un humanoide: un cíborg despojado de alma, ética y conciencia.
